Que el clima de la Península Ibérica
está dominado por la presencia o ausencia del conocido como Anticiclón de las
Azores es algo a pocos se escapa. Lo que quizás no es tan popular es el
fenómeno del que forma parte dicho anticiclón. Conocida como Oscilación del
Atlántico Norte, NAO, según sus siglas en inglés, y de la misma forma que “El
Niño” en el Océano Pacífico, este ciclo determina los cambios entre las
bajas presiones de Islandia y las altas presiones de las Azores y, por tanto,
la climatología en todo el continente europeo y particularmente en la Península Ibérica.El
estudio de la NAO
ha servido para hacer previsiones climatológicas sobre lluvias y temperaturas
y, por primera vez, sobre intensidad de floración, gracias al estudio realizado
por la Red Española de Aerobiología coordinado por la investigadora
Carmen Galán, catedrática de Botánica de la Universidad de Córdoba, y publicado recientemente por la
revista Science of The Total
Enviroment. Dicho trabajo ha marcado por primera vez una
correlación entre el índice de invierno que marca la NAO y que se utiliza para
hacer estimaciones sobre la presencia de lluvias en la primavera y la
intensidad de floración en la flora autóctona de la península ibérica.

Sin embargo, la especificidad de la flora y el clima
ibéricos obligaban a un estudio detallado como el publicado por Science of the
Total Envoriment, en el que los datos apuntan a que el indicador fundamental
para entender el comportamiento de las plantas de la Península Ibérica
continúa siendo la presencia o no de agua. En este sentido, Carmen Galán
explica que “salvo algunos casos muy locales de zonas áridas de Almería en el
que detectamos una mejor adaptación de algunas plantas, las especies herbáceas
registran un descenso de la floración asociado a la falta de agua”, es decir,
que aún cuando las plantas disponen de mayor cantidad de CO2 para realizar su
fotosíntesis y aumentar su vigor, la falta de lluvias asociada al cambio
climático y a las oscilaciones de la
NAO han puesto en serio peligro a la flora, que va
descendiendo en cantidad y variedad de especies.Ese descenso, aún no tan
palpable en las especies leñosas, es, en opinión de Carmen Galán, el primer
paso hacia un grave problema de desertización. “El proceso ha empezado en las
especies herbáceas, pero terminará por llegar a los árboles, donde el aumento
de las temperaturas y el CO2 no parecen mantener la tendencia al alza de la
floración, y entonces no sabemos si será reversible”, advierte Galán.
C.Galán, P.Alcázar, J. Oteros, H. García-Mozo, M.J. Aira, J.
Belmonte, C. Díaz de la
Guardia , D. Fernández-González, M.Gutiérrez-Bustillo, S.
Moreno-Grau, R.Pérez-Badía, J. Rodríguez-Bajo,L. Ruiz-Valenzuela, R. Tormo,
M.M. Trigo, E. Domínguez-Vilches ‘Airbone pollen trends in the Iberian
Peninsula”, ’. Science of The Total Environment, Volume 550, 15 April 2016,
Pages 53–59
Fuente: Universidad de Córdoba
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