Las recientes inundaciones y sequías a nivel mundial, atribuidas por algunos expertos al fenómeno del cambio climático, han generado grandes pérdidas para el sector agrícola, tanto en producción como en infraestructura; sin embargo, esta es la actividad económica que más contribuye a la generación de gases de efecto invernadero.
En el marco de la celebración del Día del Agricultor, la Escuela de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional (ECA-UNA), organizó la mesa redonda: Cambio climático en la agricultura: responsabilidades e impacto, donde participaron Roberto Flores, funcionario de la Secretaría Ejecutiva de Planificación Sectorial Agropecuaria del Ministerio de Agricultura y Ganadería; Luis Felipe Arauz, decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias de la Universidad de Costa Rica (UCR) y Patricia Ramírez, secretaria Ejecutiva del Comité Regional de Recursos Hidráulicos del sistema de Integración Centroamericano (CRRH-SICA).
Las investigaciones realizadas en el país, sobre el impacto y tipo de eventos con potencial para causar daños y pérdidas, muestran que predominan las inundaciones (35 por ciento), seguidas de incendios (24 por ciento), deslizamientos (11 por ciento), sismos (7 por ciento) y vendavales (4 por ciento). Un análisis revela que el 52 por ciento de todos los eventos hidrometeorológicos corresponden a inundaciones; asimismo, la fuente de los mayores daños y pérdidas se deben a este tipo de fenómenos.
Desde el año 2011, el sector agropecuario ha perdido miles de dólares por causa de fenómenos hidrometeorológicos en el país. “Alajuela perdió $3.138.000 en el cultivo de hortalizas; Guanacaste sufrió la pérdida de $6.924.000 en el cultivo de granos básicos y Limón $22.368.000 en la producción de frutas”, detalló Flores.
Las pérdidas en el sector, de acuerdo con los datos presentados por Flores, fueron el café con $24 millones, el plátano con $18 millones y la producción de hato bovino con $10 millones. “La provincia más afectada fue Limón, con un total de 26 por ciento de la pérdidas, la segunda fue Guanacaste con un 25,18 por ciento y luego Puntarenas (8,62), San José (7,33), Cartago (6,84), Alajuela (5,69), Heredia (2,54) y un 17,76 por ciento sin clasificar”.
De los datos también se desprende que en Limón el cantón más afectado en el daño de equipo, cultivo de frutas, granos básicos y hortalizas, insumos de producción e infraestructura fue Talamanca, y el distrito con mayores pérdidas fue Sixaola.
“Estamos en una primera etapa donde tenemos una sistematización de la información primaria, con datos como frecuencia, intensidad, recurrencia y tendencia, lo que hace falta es una evaluación de esos datos para poder implementar medidas de mitigación”, comentó Flores.
Efecto recíproco
Para Felipe Arauz, la agricultura y el cambio climático tienen efectos recíprocos. Por ejemplo, según el especialista, la huella de carbono de los procesos de producción agrícola generan la mayor cantidad de gases de efecto invernadero como el metano y el óxido de nitrógeno.
“Han calculado alguna vez ¿cuánto CO2 se genera al transportar 10.000 toneladas de frijol a China? La respuesta es 6.020 toneladas, eso equivale a 30.000 vehículos livianos que recorren 10 mil kilómetros cada uno”.
Arauz menciona que es necesario mejorar la transferencia de tecnología y desarrollar mayor investigación, pero que no es tan fácil, porque muchas de las prácticas que mejoran la productividad pueden tener efecto en la producción de gases invernadero.
Un ejemplo de lo anterior es la práctica del cultivo de arroz inundado, esta produce más grano, pero tiene mayor emisión de gas metano, el cual tiene un potencial de calentamiento global 21 veces mayor que el dióxido de carbono.
En la producción agrícola se produce dióxido de carbono a través de insumos, mecanización y liberación del suelo. El metano proviene de la descomposición anaeróbica de la materia orgánica y el óxido de nitrógeno de los procesos de desnitrificación en el suelo, principalmente a partir de fertilizantes nitrogenados. “El uso de fertilizantes nitrogenados tiene un potencial 300 veces más que el dióxido de carbono; es decir, 310 toneladas de CO2, equivale a una de este producto”.
Según Arauz, si se logra impulsar prácticas que mejoren la productividad, con un adecuado manejo de los suelos y de las aguas, la reducción del uso de plaguicidas, el mejoramiento genético y los sistemas de cultivos, será posible disminuir la afectación del medio ambiente. “La agricultura también debe adaptarse al cambio climático, se necesita una cuantificación más precisa para tomar decisiones, puede haber cambios en la zonificación de los cultivos, debemos procurar una economía del agua, un mejoramiento en las prácticas de siembra, trabajar en el mejoramiento genético para tener especies con mayor resistencia a las sequías y las altas temperaturas”.
FUENTE: UNA/DICYT
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