El campo en España no atrae especialmente a los jóvenes. Y mucho
menos en la Comunidad
de Madrid donde la capital eclipsa la presencia del sector primario. Una
capital que es una amalgama urbana donde los niños no saben que el pollo de los
filetes tenía antes plumas y donde los tomates no saben a nada.
En este rosario de tópicos parcialmente ciertos, es particularmente
llamativo que una multinacional de la distribución alimentaria de origen
francés como Alcampo venda, en sus 14 hipermercados de la Comunidad de Madrid y
sólo en temporada, variedades de tomate locales y en peligro de extinción, que
produce Víctor Sánchez, un joven agricultor de Aranjuez, y cuyas semillas
fueron recuperadas por el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo
Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). Un trabajo a tres bandas que arrancó en
2012 y que es el único de estas características para Alcampo en España.
Aunque se enmarca entre sus acciones de responsabilidad social
corporativa, desde Alcampo afirman que los tomates, a la venta desde principios
de agosto hasta esta misma semana, «tienen una gran aceptación en el
consumidor», explica Sergio Román, responsable de Auchan Producción Controlada,
que indica que hasta la temporada pasada se vendieron 7.000 kilos de estos
tomates.
«No es una producción intensiva ni de invernadero y es un tomate con
una piel muy fina y difícil de cultivar», explica Víctor desde un huerto donde
reivindica «el manejo ético, racional y sostenible del cultivo». No en vano, y
aunque las bandejas de estos tomates no tienen certificado ecológico, el uso de
fitosanitarios se ha reducido al máximo, hasta el punto de que para combatir
las plagas se usan otras especies animales, al modo más natural y respetuoso
con el medio ambiente posible.
Este año sólo se han dado dos de las seis variedades de tomate que
se recuperaron para el proyecto: el tomate moruno y el tomate de Olmeda. Ambos
son inconfundibles: más rojo el moruno y con una maduración de dentro hacia
afuera el de Olmeda. Los investigadores del IMIDRA, coordinados por Cristina de
Lorenzo, directora de transferencia de la entidad, recorrieron las casas de los
agricultores más mayores de la región para recuperarlas. «Muchos las tenían
guardadas en botes o en saquitos para absorber la humedad», refiere.
La cosecha -y por ende la venta en los supermercados, pues aquí no
existe la cámara frigorífica- acabó esta semana con las primeras lluvias de
otoño. En la mente de Víctor está extender este programa al fresón de su
tierra. Mientras, seguirá cultivando con mimo, aunque sea para vender sólo
durante dos meses al año, tomates que por saber, saben a tomate.
FUENTE:
El Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario