Es para paliar esa ingesta subóptima que
en la Facultad
de Ciencias Agrarias (FCA) de la
UNL surgió la idea de biofortificar brócolis, una hortaliza
considerada como una gran productora de selenio orgánico: “Significa
incrementar el contenido de elementos beneficiosos para la salud en los
vegetales que consumimos. Por un lado, existe la biofortificación agronómica,
que es la que llevamos adelante nosotros, y por otro, la biofortificación
genómica, que se realiza manipulando genes en las plantas para que puedan
asimilar los nutrientes de manera más eficiente a partir del suelo”, enumeró
Fernando Muñoz, que trabaja en el área de Cultivos Intensivos de la FCA y es investigador del
CONICET.
El selenio está involucrado en el
mecanismo de detoxificación de radicales libres y tiene un efecto antioxidante,
por eso se presume que hay una relación directa entre la falta de selenio, las
enfermedades cardiovasculares y el desarrollo de cáncer. “La utilización de
brócoli es ideal porque es como una fábrica natural de selenio orgánico; el cual
al ser incorporado por medio de la dieta queda más biodisponible para el
organismo y cumple mejor las funciones metabólicas.”, manifestó Muñoz.
Sales
Muñoz, que presentará su trabajo a fines
de septiembre en el 39º Congreso de Horticultura, informó que en el cinturón
hortícola de Santa Fe se producen cerca de mil toneladas de brócolis al año y
la idea es que los productores los biofortifiquen por medio de fertilización
foliar, es decir, diseminando sales de selenio sobre las plantas. “Es un
asperjado sobre las hojas. Fuimos probando distintas concentraciones en
distintos estadios de la hortaliza”, acotó.
Al aplicar las sales en estadios tempranos
de la planta, los investigadores testearon cómo el selenio “se mueve” desde las
hojas hasta la cabeza, que es la parte que se consume. Luego cuantificaron la
concentración del mineral y confirmaron que las plantas poseían el suficiente
efecto antioxidante.
De acuerdo con Muñoz, las sales que
utilizan para biofortificar son inorgánicas, producto de las extracciones de
metales de las minas. “Son el residuo que queda de la refinación del cobre. En
el país se suministran al ganado para mejorar la producción y calidad de la
leche. Al ser un agregado, los brócolis costarán un poco más que los comunes”,
aclaró.
La idea es que cualquier productor
disponga del formulado y que lo pueda aplicar sin necesidad de conocimientos
especiales, como lo haría con otros fertilizantes foliares.
Residuos utilizables
De la planta de brócoli se consume solo el
25 por ciento, que es la cabeza, mientras que el resto es material de descarte,
pero según Muñoz se podría aprovechar para fabricar productos nutracéuticos, ya
que posee una buena dosis de selenio. “Se pueden realizar purificaciones
orgánicas para la generación de productos dietarios muy diferentes a los que
hay en el mercado hoy y que son hechos a partir de sales inorgánicas”,
diferenció.
Por último, contó que las sales se pueden
aplicar en tomates y en plantas de hoja como lechuga, achicoria o rúcula. “En
lugares como Finlandia ya se viene trabajando en programas de biofortificación
desde la década del 80, aunque básicamente lo hacen en cereales, porque tienen
un gran problema de baja incorporación de selenio en la dieta. De esta manera,
bajaron notablemente el índice de mortalidad por enfermedades cardiovasculares
y cáncer. En Argentina son las dos principales causas de muerte. En Santa Fe,
por ejemplo, las primeras representan el 28 por ciento de los decesos, mientras
que por enfermedades tumorales muere el 21 por ciento”, culminó.
FUENTE: UNL/DICYT
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