lunes, 21 de noviembre de 2011

EL COMPORTAMIENTO SOCIAL DE LAS PLANTAS TIENE “DOS CARAS”

Las diferentes especies vegetales de una comunidad no se relacionan según una red jerárquica establecida en función de su capacidad competitiva, según demuestra una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El trabajo revela que una misma planta puede dificultar el crecimiento de una especie al tiempo que facilita el de otra.
La investigación, publicada en la revista PLoS ONE, analiza el comportamiento de 10 especies de plantas perennes en condiciones controladas durante un año. Se forzó el crecimiento de parejas de plantas de la misma especie y de distintas especies en estrecho contacto, solapando sus raíces.
La investigadora del CSIC en la Estación Experimental de Zonas Áridas, autora de la investigación, Cristina Armas explica: “Hasta ahora, se asumía que las comunidades vegetales en equilibrio se organizaban jerárquicamente, donde el más fuerte siempre compite y vence al débil”.
No obstante, el trabajo de Armas ha detectado casos como el del esparto (Stipa tenacissima) que ejerce un efecto muy negativo en el crecimiento del albardín (Lygeum spartum) mientras que estimula el de la siempreviva morada (Limonium insigne). El albardín, por su parte, compite consigo mismo pero también beneficia a la siempreviva morada. Según el investigador del CSIC y coautor del artículo, Francisco Pugnaire, “el artículo demuestra que el más fuerte no siempre gana y que las interacciones entre plantas dependen de la identidad de sus vecinas”.
Algunas especies siempre tienen un comportamiento similar, como la coscoja (Quercus coccifera), cuyo efecto siempre es negativo para el resto, y la retama (Retama sphaerocarpa), de efectos positivos. No obstante, Pugnaire añade: “La capacidad competitiva de una especie puede no ser absoluta, sino relativa”.
“La forma en que las distintas especies se relacionan entre sí determina el desarrollo de una especie en la comunidad y es clave para la coexistencia entre especies distintas”, explica Armas, y concluye: “Las especies más poderosas de la comunidad pueden llegar a facilitar el crecimiento de otras más débiles”.

Cristina Armas and Francisco Pugnaire. Plant Neighbour Identity Matters to Belowground Interactions under Controlled Conditions. PLoS ONE. DOI: 10.1371/journal.pone.0027791

viernes, 11 de noviembre de 2011

EL ANÁLISIS DEL SISTEMA VASCULAR DE LAS PLANTAS DA PISTAS SOBRE SU RESPUESTA ANTE CAMBIOS CLIMÁTICOS

El laboratorio de Botánica del campus de Soria de la Universidad de Valladolid ha iniciado una investigación con el WSL de Birmensdorf (Suiza), uno de los centros más importantes del mundo en Dendrocronología, disciplina que estudia los anillos de crecimiento de los troncos de los árboles y arbustos. El investigador José Miguel Olano colabora con Patrick Fonti y Georg von Arx, científicos del centro suizo. El objetivo es conocer mejor el sistema vascular de las plantas para predecir su respuesta ante escenarios climáticos futuros.

El xilema (básicamente, la madera) es un tejido básico para las plantas, pues sirve tanto para sostener sus hojas, como para almacenar recursos y, sobre todo, para transportar el agua y las sales desde las raíces a los órganos fotosintéticos. “Las características del xilema de cada especie y en particular su estructura anatómica son el resultado de la necesidad de acometer simultáneamente estas diferentes tareas de un modo óptimo. A su vez, esta estructura va a estar sometida a ajustes durante la vida de la planta para adaptarse tanto a los paulatinos cambios en los requerimientos debido a sus cambios intrínsecos de tamaño y morfología, como para ajustarse a las variaciones intra e interanuales de las condiciones ambientales”, comenta Olano.

Estos ajustes son particularmente intensos en el sistema vascular de la planta. El sistema de conducción de savia bruta (agua y sales minerales) está conformado por una vasta red de tuberías interconectadas que van desde las raíces a los órganos fotosintéticos. El transporte de agua se enfrenta a un importante dilema, pues debe asegurar que su flujo sea simultáneamente seguro y eficiente. “El problema reside en que el aumento de seguridad se hace a expensas de la pérdida de eficiencia y viceversa, en resumidas cuentas, si queremos un flujo rápido y abundante estaremos generando un sistema vascular más inseguro, lo que implicaría que puede cavitar (llenarse de aire y quedar inutilizable) en condiciones de estrés, mientras que un sistema muy seguro puede suponer menor disponibilidad de agua y, por consiguiente, un menor crecimiento”, indica el investigador.

Adaptación

Existen diferentes características anatómicas de los vasos conductores que las plantas pueden modificar para resolver este compromiso, como la longitud de los vasos, su distribución espacial, la anchura de sus paredes o su diámetro. “Las plantas deben tomar estas decisiones sobre cómo construir su sistema vascular de un modo continuo, adaptándose a unas condiciones ambientales cambiantes entre años y estaciones. Las decisiones tomadas por las plantas quedan reflejadas de modo permanente en la morfología de las células, por cuanto el xilema es un tejido que no se modifica tras su génesis. Además, en climas templados con fuerte estacionalidad, como la madera forma anillos de crecimiento anual, podemos datar este registro anatómico y relacionarlo con las condiciones en que vivió la planta. Esto es, la madera se convierte en un registro de las decisiones de la planta en relación al ajuste de su sistema vascular y a las condiciones ambientales que ha sufrido a lo largo de su vida”, explica el científico. Por ello, el análisis de la anatomía del sistema vascular puede ser un campo prometedor para comprender cómo responden las plantas y “una herramienta para entender los mecanismos de adecuación a futuros escenarios climáticos”.

Aunque casi todos los trabajos de este campo se centran en árboles, “los arbustos e incluso muchas especies herbáceas pueden tener anillos de crecimiento y por tanto aportar un registro de las condiciones en que han vivido”, afirma Olano. En este campo es donde se ha desarrollado la investigación del científico Georg von Arx, quien “no sólo ha hecho un gran trabajo para desarrollar la Dendrocronología en herbáceas, sino que además ha desarrollado una aplicación informática para facilitar el análisis de vasos”.

Los modelos del cambio climático predicen un aumento de la temperatura mucho más intenso en el Mediterráneo Occidental, por lo que es necesario conocer cómo funcionan las plantas en estos sistemas. Además, gran parte de la diversidad en el Mediterráneo se halla en forma de plantas herbáceas y arbusto. Por eso, “es necesario saber de qué modo se ajustan a los previsibles cambios en su entorno”. Por eso, la colaboración entre Olano y el centro suizo se ha iniciado en dos ambientes mediterráneos extremos: los yesos del centro de la Depresión del Ebro, una de las zonas más secas de España, y la alta montaña mediterránea en pleno Sistema Central, alrededor de la cima del Peñalara (2.428 metros).

Resultados preliminares

“Los resultados preliminares contribuyen a comprender que el sistema hidráulico de estas plantas está condicionado en ambos sitios por limitaciones hídricas. Este resultado no es una sorpresa en el caso de la localidad más seca, si bien el análisis nos ha permitido comprender mejor cuáles son los límites de estas plantas, y comprender que su crecimiento secundario es muy temprano, produciéndose mayoritariamente entre marzo y abril”.

Sin embargo, los resultados en la alta montaña mediterránea son muy diferentes de lo que se ha descrito en otros ambientes alpinos, puesto que el sistema hidráulico de las plantas está condicionado negativamente por la temperatura durante la primavera, cuando en otros sistemas alpinos esta tiene un efecto positivo. Esto “sugiere que un aumento de la temperatura agravaría aún más su estrés”, apunta el experto.
Fuente: JPA/DICYT

jueves, 3 de noviembre de 2011

LOS ACEITES DE OLIVA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA ÚLTIMA TECNOLOGÍA

La Interprofesional del Aceite de Oliva Español, el MARM y la Unión Europea continúan aunando esfuerzos, a través del Programa Europeo de Promoción de los Aceites de Oliva, para incentivar el consumo y el conocimiento de este producto clave de la Dieta Mediterránea entre los europeos.
En estos días se inicia la recolección de la aceituna en las principales zonas productoras del país. Un proceso que cada año moviliza casi 17 millones de jornales para recolectar los 2,4 millones de hectáreas que nos convierten en el primer olivar del mundo capaz de producir el 50% de todo el aceite de oliva que se produce en el planeta. El cultivo está presente en un total de 34 provincias de 13 Comunidades Autónomas. Las que destinan más terrenos al cultivo de la oliva son Andalucía (174.788.000 de olivos), Castilla-La Mancha (36.263.000), Extremadura (29.602.000) y Cataluña (14.307.000), seguidas de la Comunidad Valenciana (10.963.000) y Aragón (5.889.000). En total hay 282.696 millones de olivos en nuestro país.
Las últimas campañas se cerraron con una producción media de unos 1,4 millones de toneladas, cuando a finales del siglo XX la media estaba por debajo del millón de toneladas.
Pero más allá de las cifras de producción, los olivareros españoles han protagonizado una auténtica revolución en sus cultivos en las últimas décadas. Actualmente, unas 600.000 hectáreas son de regadío, la mayor parte de riego localizado. El olivar es, además, uno de los pilares de la agricultura ecológica. De la superficie total española de explotación ecológica un 20,91% es de olivar, con 126.040 hectáreas. Mayor es aún la superficie que se cultiva bajo los principios de la Producción Integrada, con casi 300.000 hectáreas. Los técnicos estiman que los productores han  invertido en la modernización de los cultivos unos 1.500 millones de euros en las últimas décadas.
Esa modernización ha sido especialmente importante en el proceso de la recolección, que de forma más o menos intensa se ha mecanizado. Esto no sólo ha supuesto una reducción de costes, sino que ha permitido acortar la duración de la recolección, con una consiguiente mejora de la calidad de los aceites. El fruto se recoge en el momento idóneo, se lleva con inmediatez a la almazara favoreciendo su pronta elaboración, lo que garantiza el mejor resultado.
Revolución tecnológica
No menos espectacular es la transformación que han vivido las almazaras y las industrias que en las últimas tres décadas han invertido otros 1.500 millones de euros en tecnología puntera. En la actualidad existen 1.746 almazaras y, prácticamente todas adoptaron hace años el sistema de extracción conocido como de dos fases, el más moderno y que garantiza que el zumo de aceituna se mantenga en perfecto estado a lo largo del proceso, conservando las cualidades nutricionales y organolépticas. Este proceso, que es puramente mecánico, consiste en exprimir el aceite que contiene la aceituna. Pero es que además, esta tecnología garantiza un menor consumo energético y de agua, lo que lo convierte en un sistema más respetuoso con el medio ambiente.
Pero no sólo ha cambiado la tecnología, sino la forma de emplearla. Ahora la premisa es la calidad y eso se deja notar en el proceso de extracción del aceite que, por ejemplo, ahora se realiza a baja temperatura. Según establece el reglamento comunitario cuando el proceso no supera los 27 grados se puede especificar en la etiqueta que se ha elaborado en frío (extracción en frío o presión en frío, dependiendo del sistema de obtención), lo que permite conservar mejor los aromas originales del fruto y, por tanto, le confiere una mayor calidad al Aceite de Oliva Virgen Extra.
Pero también se ha dado un gran salto en la forma en la que los aceites de oliva llegan al consumidor. Hace 30 años, el aceite a granel era muy común en el mercado. Hoy existen en nuestro país 1.540 envasadoras, la mayor parte de ellas ligadas a una almazara. Pero también contamos con grandes grupos envasadores que, en su conjunto, lideran la comercialización de los aceites de oliva en todo el mundo.